Largas caminatas. Todo el tiempo con la casa a cuestas. Al imaginarme así Anita dice que parezco Howl en mi Increíble Castillo Vagabundo. Entonces me sonrojo, pero la verdad es que sí me siento así. Mi casa es mi mochila y yo camino para llegar a los lugares diarios.
Tan, pero tan extraordinaria película… que la primera vez tardé en verla tres días porque algo pasaba que me impedía continuar y, entonces, la paraba en la parte en que Howl y Sophie volaban sobre la plaza (si si, muy recién empezandito).
Luego la vi completa: no sé porqué esa película siempre me pone muy triste. El hechizo, el reconocimiento de Sophie como una anciana, la decadencia del castillo, la picardía de Calcifer, la inmadurez de Howl (y la fantástica escena en la que se deprime y le brota una sustancia viscosa… ¡que daría yo por haber tenido esa imagen cuando quise describir a un profano el estado de cuestión de ese padecimiento!), la comprensión de Sophie, el corazón de Howl.
Sin duda alguna, el castillo es quizás la metáfora más hermosa: el hombre que no tiene corazón y debe cargar su casa a cuestas…
Entonces, cada mañana, cuando tomaba mi mochila llena de las cosas de anteayer, pensaba en todo esto.
Recién había pensado en lo conveniente que resultaba este mecanismo para sobrevivir. Todo está dentro de mí y así no necesito de nada. Puedo establecerme en cualquier sitio y tengo lo ideal para trabajar. Pero hoy, sentada en una escalera, mirando a las personas que pasaban como si yo flotara en una alberca llena de gente y a mi alrededor todos se bañaran como vacacionistas despreocupados, apunto de estallar y agitarme como una loca, me quedé pensando que no puedo, que me gusta hablar con la gente y que la casa a cuestas no me basta. O a veces no me basta.
Recién había pensado en lo conveniente que resultaba este mecanismo para sobrevivir. Todo está dentro de mí y así no necesito de nada. Puedo establecerme en cualquier sitio y tengo lo ideal para trabajar. Pero hoy, sentada en una escalera, mirando a las personas que pasaban como si yo flotara en una alberca llena de gente y a mi alrededor todos se bañaran como vacacionistas despreocupados, apunto de estallar y agitarme como una loca, me quedé pensando que no puedo, que me gusta hablar con la gente y que la casa a cuestas no me basta. O a veces no me basta.
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Hay una gran canción de Pink Floyd, en uno de sus no tan afortunados discos, que se llama “Keep Talking”. Una voz en off, que dejaba lugar a la melodía cantada por David Gillmour, narraba: “For millions of years mankind lived just like the animals
Then something happened which unleashed the power of our imagination
We learned to talk”, luego, para finalizar decía: “It doesn't have to be like this
All we need to do is make sure we keep talking”. Es un poema sesudo, una invitación a reflexionar de forma milenaria. El texto está a cargo de Stephen Hawking, quien siempre se ha creído muy listo.
El tema del lenguaje… otro de los tantos umbrales por los que me encanta quedarme y a los que Anita siempre me dirige. Cargar mi castillo y jugar a la ermitaña errante siempre ha sido una postal que adoro interpretar para burlar la necesidad por hablar, por jamás sentir el silencio vacío que ocurre cuando Anita y su amuleto no susurran al oído, o cuando los amigos callan, o cuando el hombre que amo no llama.
Son de las tantas estrategias para evitar la desesperación maniática y maquínica. Como el texto que es leído y que siempre busca a su hacedor en la lectura. Como ahora yo lo busco. Y busco que siga hablando y errando… hablando…. errando.
Son de las tantas estrategias para evitar la desesperación maniática y maquínica. Como el texto que es leído y que siempre busca a su hacedor en la lectura. Como ahora yo lo busco. Y busco que siga hablando y errando… hablando…. errando.
1 comentario:
Anita, qué buen texto. De verdad me gustó. Yo hace algún tiempo también traía mi casa a cuestas (Waldo lo hizo antes que yo, durante la Huelga solía quedarse días allá por el sur y siempre parecía que estaba recién bañado y salido de su casa. Yo, por mi parte, nunca logré tal maestría)...
Siempre me pensé a mi misma como una tortuga, o un caracol ermitaño.
Pero traer la casa a cuestas cansa, y mucho. Yo aprehendí entonces que lo mejor (para mí) es el "establecimiento pasajero". No es muy diferente de traer la vida en la espalda, pero te permite aligerar el peso de la carga... jeje.
Te mando muchos besos y abrazos!!!
Natalia
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