4.7.07
El cine de Lars von Trier: trilogía "Corazón de oro". Parte 1: Love is a migthy power
His name is Jan
Son las primeras palabras de Bess al legitimizar su deseo por casarse con el hombre que ama frente a su pequeña y ortodoxa comunidad, hubicada en Escocia.
Jan es un forastero al cuál nadie le tiene la suficiente confianza porque está rodeado de amigos que parecen poco amables y educados. Bess es una mujer demasiado ingenua y pueril. Pareciera que no se rige bajo las leyes del mundo: no conoce a ciencia cierta qué implica el placer sexual, no sabe cómo decir lo que siente, continuamente hace berrinches, se deprime y, quizás lo más sobresaliente, mantiene conversaciones con Dios.
Bess y Jan se aman sincera y naturalmente. Pese a las oposiciones de los familiares de ella, deciden casarse en la iglesia de la comunidad para después realizar una recepción acompañada de música autóctona. Mientras los invitados bailan, Bess toma de la mano a Jan, lo guía al baño, se quita las bragas y se sube el vestido.
Ahí comienza el principio de la historia de amor. Parece que Jan y Bess son el uno para el otro: se aman, se desean, se complementan y disfrutan cada día juntos.
Jan trabaja en una planta petrolera que está ubicada sobre el mar y a veces debe dejar sola a Bess, a pesar de sus ruegos y desplantes.
Un día, todo cambia: Jan sufre un accidente terrible y queda paralítico. Bess, incondicional a Jan, promete hacer cualquier cosa que él desee, con la finalidad de que olvide su desgracia, se sienta mejor e intenten ser felices de nuevo. Jan le pide, a falta de poder realizarlo él, que ella tenga relaciones con más hombres (distintas, intensas, tiernas, etc.) y que le narre cómo fue.
La encrucijada de Bess tiene un breve momento en su mente, puesto que al sentirse en comunicación directa con Dios, interpreta la petición como un designio divino que le devolverá la felicidad y normalidad a su vida, además de salvar la vida de Jan.
Esta es la primera de las tres películas que constituyen la serie “Corazón de oro” del director Lars von Trier. “Corazón de oro” es el argumento que Trier rescata de un cuento infantil en el que una niña pequeña, que se pierde en el bosque, se priva de sus pertenencias al paso que encuentra a alguien que lo necesite. Bajo el juicio del director, ésta era una actitud humanamente imposible pero loable. Dentro del ámbito sardónico que lo ha caracterizado, von Trier decide que hará tres películas en las que la premisa será un personaje femenino acorde a las características de la Niña-Corazón de oro.
Rompiendo las olas es el pie de inicio para la saga de heroínas desgraciadas del director. Bess es encarnada por la bella y vulnerable Emily Watson, cuya experiencia en cine era nula hasta esta cinta. En un principio, von Trier había pensado en Helena Boham Carter para el papel, sin embargo la actriz declinó la oferta (a pesar de haber aceptado en un principio). El nombre y trabajo de Emily Watson a penas se conocía en el medio, no obstante, sus capacidades histriónicas, sus expresiones inconmensurables y su mirada directo al lente de la cámara fungiendo como reto al espectador, fueron argumentos suficientes para la empresa. La película fue directo a Cannes, sin embargo, como von Traer habría experimentado desde El elemento del crímen Cannes sería una dificultad durante toda su carrera. Las nominaciones eran para Emily Watson como mejor actriz y a la película para la Palma de Oro, pero no se llevaron ninguna.
Ahora bien: a pesar de este fracaso en términos de galardón ¿Qué tiene Rompiendo las olas (o como fue nombrado aquí: Contra viento y marea) que le hace ser una de las películas más interesantes y controvertidas en la historia del cine?
La controversia y provocación. Desde el principio, desde la primer mirada directa de Bess al espectador, hay una inclusión a modo de complicidad que rompe lo que en teatro se llamaría “la cuarta pared” y que en cine pareciera inútil establecer, puesto que la puesta en escena no es presencial y el público no es parte de la representación.
Sin embargo ¿es posible que esta inclusión planté una catarsis que sobrepase la frontera evidente de la cámara, la pantalla o la proyección? Las demás provocaciones que ocurren a lo largo de la película se establecen en el ámbito de lo sexual: Bess y Jan cojen casi todo el tiempo y además de eso, no hay mucha intención por el director en evitar que ocurra de forma explícita.
Una de las anécdotas que Trier cuenta, con la típica sonrisa sardónica que le caracteriza, es cuando ofreció como proyecto final para graduarse en la Facultad de Cine de la Universidad de Copenaghe la realización de una película pornográfica. El rechazo no vino desde las conciencias moralistas de los daneses, sino por la poca rentabilidad que el proyecto representaba. En Dinamarca, lo que se podría llamar pornografía en otros países no funciona de la misma manera: el acceso a al porno o a la sexualidad y búsquedas de ella es mucho más libre que en otras partes del mundo (confróntese con México, por ejemplo), sin embargo, es una obviedad contundente que ninguna institución en el mundo que se precie de ser formal y artística, puede permitir e incluso patrocinar el proyecto de una película pornográfica como trabajo a presentar para obtener la graduación.
De modo que la provocación que hace von Trier no radica en filmar gente cojiendo, sino en el uso que hace de este discurso. Se podría decir que toma como vehículo algo que en mayor o menor escala puede resultar como provocación, y ese vehículo transporta el mensaje a rescatar que raya en una paradoja o una pregunta que el espectador se hace después de cuestionar lo que ve: ¿acaso el mensaje, a pesar de las actitudes, el tema y el mismo director amargado es que el amor es una fuerza poderosa?
Ya se han planteado dos cuestiones: ¿es posible que esta inclusión planté una catarsis que sobrepase la frontera evidente de la cámara? (primera trasgresión y provocación) y ¿acaso el mensaje, a pesar de las actitudes, el tema y el mismo director amargado y arrogante es que el amor es una fuerza poderosa?
La primera se respondería con un rotundo si. El cine tiene un discurso propio y una finalidad distinta al teatro, eso es contundente. Sin embargo, qué puede ocurrir cuando un elemento del discurso cinematográfico comienza a insinuar una trasgresión en ese diálogo, que hace incluyente al espectador: justo lo que ocurría desde las propuestas del teatro griego, la posibilidad de una catarsis. Las trasgresiones constantes de Bess y la característica única de comunicarse con lo omnipotente, resultan en una complicidad establecida entre ella y su espectador (posiblemente para el segundo ocurra de forma inconciente al principio).
Es conocido que cualquier cineasta sabe, al igual que todos los actores saben, que es una norma inquebrantable no mirar al lente mientras se realiza la filmación. Entonces ¿Porqué von Trier lo permite y por qué Watson lo hace de forma tan descarada? Tal permisión no sólo significa un desliz o un experimento, es todo un motivo que resulta en lo más recóndito: el espectador sabe lo que Bess hace y no hace nada para evitarlo, porque, se apuesta a un prejuicio que, en la mayoría de los casos es correcto: al espectador le gusta esa inclusión y, además quiere ver todo lo que se pueda hasta llevarlo a las últimas consecuencias.
Ya hay un primer terreno de placer saciado. La curiosidad del espectador que sabe que está dentro. El siguiente es la concesión de lo que ese mismo espectador quiere: el placer de que lo que ve es algo que de un modo insinuado vive. Aquí es donde entra la provocación transmitida mediante las escenas y momentos de sexo en la película.
Es cuando se resuelve la siguiente cuestión, y la respuesta es: depende de la perspectiva y lectura de cada espectador. El placer que se obtiene (sea estético o no), es algo que no necesariamente debe rayar en lo amoroso. Sin embargo, después de una lectura cuidadosa yo respondería que sí, que el mensaje de Rompiendo las olas va de la mano del amor.
Explico mi lectura y mis motivos
Pareciera que la sexualidad, al ser un vehículo tan utilizado por miles de cineastas, pierde sentido o fuerza. Sin embargo, como uso discursivo de riesgo, sólo algunos tienen la capacidad de mantener la fuerza sin hacer de éste lo más importante de la película y dejar atrás los miles de factores, motivos y elementos que hacen del discurso narrativo, que adopte cada creador, brillante o mediocre. El motivo del sexo en esta película transporta el mensaje, que a simple vista podría resultar obvio: el acto sexual es hacer el amor. Bess así lo interpreta y por tanto se lo comunicará al espectador que es su cómplice. Para Bess, lo que hace con Jan y lo que los mantiene unidos es la felicidad y el amor. No es importante si para Jan también lo es o si para la comunidad escocesa lo es. Lo que parece que sobrepasa cualquier barrera es lo que Bess siente.
De este modo surge el mensaje más importante, que nace con la metáfora de la niña de Corazón de Oro, el que Watson encarna y el que termina siendo, inclusive, el slogan de la película: el amor es una fuerza poderosa.
Aún no nos queda resuelto si ese poder es bueno o malo (en la medida en que la dicotomía se cumple). Sólo queda una certeza ineludible: el amor es una fuerza poderosa.
Esta es la primera entrega de la trilogía que ya se ha comentado, después, el director tomará cartas en el asunto para la creación de otras dos piezas interesantes que no dejarán de tocar esta premisa.
Tras la derrota en Cannes, y con el rencor surgido desde la injusticia en la nominación de El elemento del crimen, von Trier comienza una pequeña guerra contra el stablishment, contra el status quo de la industria cinematográfica y contra sí mismo. Sin embargo, la semilla que siembra con Rompiendo las olas será la fuerza motora que impulsará el resto de su carrera cinematográfica y la pasión característica en cada una de sus entregas. Desde este momento, la oración que podría definir la actitud y el perfil de lo que para Lars von Trier implica el cine será: Love is a mighty power.
referencias:
Jack Stevenson, Lars von Trier, Paidós, Barcelona, 2005.
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3 comentarios:
WOW... well done!!
You amazed me!!!
Cheers!
Gracias Nat hermosa, a ver si nos vemos pronto
No conozco tan a fondo la obra de Von Trier, sin embargo, y basandome en las otras dos partes de la trilogia "corazón de oro", "Dancer in the dark" y "Dogville", que sí he visto; hay un punto en que no concuerdo, "el amor es una fuerza poderosa" desde que vi estas dos películas algo me quedo claro, un discurso que plantea precisamente romper con la catarsis tradicional del espectador voyeur, una propuesta, desde el punto de vista teatral, no aristotelica que pretende precisamente que el espectador no tome la ficción como un universo fuera de sí y al que juzga desde un punto externo, sino con la conciencia de que todo el tiempo esta viendo una ficción, en este caso obligar al espectador a que no olvide que esta en una sala de proyecciones. La catarsis es un efecto intrinseco ante la contemplación de la obra de arte, es un proceso de identificación, en tanto que humanidad con la obra, la diferencia radica, escénicamente, en que en la obra tradicional bajo la preceptiva aristotélica, hay una identificación subjetiva emocional, y bajo la preceptiva no - aristotélica es una identificación objetiva racional.
Lo que identifico en estas dos películas es precisamente, un tema opuesto: el amor incondicional nos conduce a la autodestrucción. Tal es el caso en "Dancer in the dark" donde el amor maternal infinito, y la lealtad infinita subliman, sí, al personaje pero al mismo tiempo lo destruyen. En "Dogville" de igual manera, Grace, que ya tiene un caracter simbólico el nombre, hace conciencia de que la 'gracia' solo despierta los peores instintos humanos y por lo tanto en un acto de "gracia" extermina a los perros que no saben apreciar está virtud.
Gracias por el punto, ahora quiero ver más que antes, "Breaking the waves", Felicidades, puchunga!!! eres grande... Te quiero mucho.
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