24.6.07

Metamorfosis


Justo el martes, desde las lejanas tierras de Costa Rica, Laila me contaba la siguiente historia:

Entró hacia el medio día para vigilar y estudiar los nidos más próximos de las aves correspondientes al reporte de ese día. El tiempo, que como diría David S. Landes, es un símbolo hegemónico, fundamental e indispensable para las personas, no logró advertirle sobre el paso incesante del sol y la llegada contundente de la luna. A cada paso, cada vez que se internaba más, el latido de su corazón se hacía más intenso. Nada parecía importar. Todo se asemejaba a esa casa onírica en la que sólo ella habitaba, o en la que se refugiaba de las incursiones a la rutina, a lo cotidiano que desde hacía tiempo no dejaba de asfixiar.
De pronto, la oscuridad de las plantas, los animales y Noto, extraviado y ansioso, soplaba sus cabellos y la obligaba a entrecerrar los ojos. Se había hecho de noche y ella estaba en el corazón de la selva.
Hay dos posibilidades para el final de la historia: La primera y más aburrida (que fue la que me contó Lai), que ocurre con la búsqueda y desesperación de ella, los tropiezos y la lucha contra Noto ante la oscuridad de la noche nublada, que los observa atestiguando la batalla entre el deseo de vivir y las circunstancias adversas. El triunfo total y regreso a casa, como la buena historia de un héroe.
O, la segunda (que estoy segura que es la verdadera): el corazón de la selva la ha devorado. Parece que no hay salvación y lo único que queda es mantener la esperanza de que con el sol que vendrá con la mañana y el desplazamiento de la noche, pueda salir avante de las terribles dificultades y la pérdida total de la templanza. Pero, algo extraño ocurre, los árboles la toman, la sofocan con sus ramas y las hojas. Pierde su ropa, su lámpara y todo lo que la había distinguido como exploradora, estudiosa y civilizada. Se ha convertido en aquello que sólo había ocurrido en las lejanas Islas Cook, en lo profundo de la vegetación y de lo incierto de la Isla más habitada. Se ha convertido en la sucesora de la reina, y deberá cumplir las funciones que ella, con justicia y sabiduría, realizaba para sus súbditos durante el periodo de mandato.
Ahora ella porta otro nombre, otra ropa y otro destino: atrapar y seducir a los hombres, ofreciéndoles su amor a cambio de la vida en la peligrosa Selva. Sí. Es en lo que se ha convertido. Ya no interesan más los cantos de las aves, los reportes ni el trabajo a desempeñar. El viaje la ha conducido a su verdadero camino y ya no hay remedio, ya no hay marcha a tras. ¡Rarotonga no murió, ni Pinche Juan la vio morir!… porque: ella.. ella, se ha convertido en Lailotonga!

No hay comentarios.: