13.8.09

Crisis

Una de las definiciones que más me gustaba de esta palabra era “momento de decisión” (Cf. Vicente Guerrero, el profe de filosofía de la prepa). Supongo que él la obtuvo de la DRAE, sin embargo, la manera en la que él la abordaba era muy prometedora: usaba a Nietzsche para contextualizarla, pues finiquitaba sus puntos diciendo: “lo que no mata fortalece”.
Hoy en día, es complicado pensar en el término polisemántico (como todas las palabras), con acepciones cursis y rimbombantes… como las de los televisos sacando a sus peores representantes de medios diciendo que todas las crisis se pueden combatir con el corazón. Asco. Asco histórico y de carencia. Asco terrible e ignorante.
Yo pienso más en mis propias crisis que son de las que poseo más albedrío, o bien, mayor acceso. Mis crisis, constantes e intermitentes, se mueven como puntos espasmódicos (recuerda a los movimientos mediante los que la Maga y Oliveira se encontraban en las calles de París). Mi crisis que deviene en “papel en blanco” es la más recurrente. Cuando no puedo escribir algo medianamente formal y académico (otra palabra rimbombante) suelo llenar el blog. Pienso dos veces la afirmación anterior y me doy cuenta de que Anita, más bien, es la que reclama atención y me dicta. ¡Cómo me gustaría que Anita me ayudara en los otros menesteres!
Sin embargo, hay otras crisis que distraen, como la falta de dinero, de amigos, de diversión, de voluntad, de salud y de seguridad. Resulta cursi creer que algo puede garantizar la abundancia en estos aspectos. Pero igual es curioso saber que la misma abundancia puede ser perra con quien mayores dones le ha dado y resultar en melancolía. De las más canijas.
Todo un desbarajuste, ausencia de orden y de progreso. ¿A quién se le pudo ocurrir semejante falacia? El escritorio de las personas que más respeto es todo un nido, será acaso que no comprendo la metáfora y los nidos son la pequeña casa de las ideas, las cocinas literarias, o ese archivero que yo me imagino con alegría en el que un anciano simpático, que carga un quinqué, ordena todo lo que le meto. Un ordenador premoderno, un ordenador real.
Las crisis son esos momentos en los que el cuello se tensa, las uñas peligran y el cabello se cae. No son agradables, con certeza lo puedo decir. Pero, también son perras y se van cuando uno menos lo espera para seguir el mismo patrón de vuelta. Sin embargo, releo esto y pienso: ¿Quién en su sano juicio puede pensar que es posible adivinar el arribo de una crisis, como el momento en que una ventisca arrastra la tierra, o como el día en que va a llover? Es tonto pensar que la seguridad significa ser feliz. Es tonto pensar que la calma atrae la dicha.
¿Qué más es tonto? Todo. Las crisis, la vida, la felicidad… este post se va pareciendo a una canción de The sex pistols (Good save the queen) y yo a Syd Vicious (sólo que sin la sangre yiak).
En realidad no creo cabalmente que sea tonto, es sólo que a veces me siento un poco violenta y Anita prepara amuletos con rapidez para evitar que mi monstruo se haga más grande y que el Lamento vuelva.
Y entonces, cuando la miro, pienso que eso sí es tener razón. Los amuletos es el único consuelo que tenemos ante la crisis y ante todos sus síntomas. Si no lo la previenen, al menos hacen posible la fuga de escape en otros canales y en diferentes direcciones.

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