Los héroes son imágenes necesarias. Todo el tiempo se ven y se hacen héroes por doquier. Sin embargo, tras el recuerdo del Héroe de las mil caras y su lectura confusa hacia los tiempos en que había sido un encargo y no una necesidad, comprendí que el arquetipo, o la asociación de la función del héroe, viene desde las imágenes.
Los héroes miran distinto, es justo decirlo. Parece que tienen que ser melancólicos y despedir luz azul. Sin embargo, creo que esto es sólo una de las imágenes recurrentes de las que hablo.
Campbell decía en su libro que los ciclos por los que el héroe debía pasar le transportaban a escenarios por los que el individuo sorteaba distintas aventuras de índole difusa. Por principio, debía reconocer su destino, luego emigrar, luego encontrar a su mentor, luego hallar a quien lo ame y quien lo odie, luego sufrir, luego afrontar, luego viajar de nuevo, luego sufrir de nuevo (esta vez, mostrando todo lo que ha aprendido) y al final, portando el elixir que todo lo cura y lo salva para ayudar a su entorno. Porque los héroes eso hacen.
Yo me pregunto si hoy día gozan de la misma popularidad o simpatía que antaño les hacía una gala por antonomasia. Los héroes eran los personajes que todos querían ser o que todos querían conocer. (Cuando Lisa Simpson viaja con la familia desquiciada a Inglaterra y se encuentran con J. K. Rowling, le pregunta con ansias: ¡¿Cómo termina Harry Potter?! Y ella contesta: él se casa contigo…. Y Lisa suspira enamorada).
Ahora, muchos héroes (quizás los que más empatan con el diagnóstico de Campbell) son repudiados. Yo podría sugerir que un motivo de esta reacción radica en la falta de verosimilitud, o en la idea de que no hay nadie que a quien salven ni nadie a quien que ayuden, pues todos estamos solos y desamparados.
¿Los héroes, entonces, son necesarios o sólo paliativos? Como en las veces en que se sugiere que los pacientes no se automediquen ¿Será necesario que las personas no requieran de aquellos héroes a los que desprecian o con los que no se identifican?
Yo creo que los héroes existen a pesar de la obstinación por el desamparo de todos los buenos hombres de hoy que, como dice Luisa Josefina Hernández en Equinoccio, son suicidas por vocación y destino. Para estos, duele vivir y los héroes no sirven para ni madres. No existen (otro síntoma para hacer la imagen una carencia del ámbito palpable y razonado, aquél que demuestra las grandes plenitudes humanas). No son interesantes, pues lo de hoy es que importe el desazón acumulado de la historia infame, de su racimo sórdido de malos entendidos. No son divertidos, pues bien importa poco la diversión.
De este modo, los héroes ocurren sin la necesidad de ser llamados y sólo se hacen presentes para, un día, ser reconocidos de entre la multitud y, así, socorrer.
En este sentido, hay quien se quiere volver héroe para ser legitimado. Cruzan los caminos dispuestos, trazan las rutas, se hacen de los enemigos y dimiten al instante. Es sabido que los héroes, por definición, jamás anhelan el reconocimiento histórico. Saben que su historia será narrada de manera póstuma… porque, sí, los héroes, tras ayudar, deben morir.
Uno de los ejemplos más cliché es el de Frodo, sin embargo, prefiero reparar en Sam. ¿Quién es el héroe de la saga? Para mí, siempre fue él, pues tenía la bondad suficiente para procurar la carga de Frodo y del anillo, pero sin la astucia suficiente como para portarlo. Pero ¿A quién le importa portarlo? A Sam no. A él le importa hacer que Frodo llegue a su cometido. Esa es amistad de la buena, como el amor del bueno.
Los héroes, entonces, son como vehículos o portadores de destinos. En este otro sentido es que tienen miles de caras.
A ciencia cierta, no sé bien que son los héroes, de ser franca. Sólo apunto lo que Anita, cansada, me dice desde su contemplación. Pero sí creo que el motive de los que se llaman así, debe estar regido por la necesidad de ser amados. Como aquellos escritores que sólo quieren que los quieran.
Desde este otro sentido, los que escriben son los portadores de las historias de los héroes y los que cargan su destino. En imagen al revés, entonces, el héroe lo mira y le pregunta qué tan lejos es que está y lo iguala. Pues el autor es el héroe. Es el que sabe el elixir de la escritura y a la vez lo procura.
Los escritores, entonces, son los héroes de la historia que nadie narra… o que algún escritor está viendo y al que le preguntamos e igualamos como un gran creador de mundos y destinos, un comandador y jalador de este bagón. Que conduce un gran locomotor. (cfr. CT)
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