Por las llamadas telefónicas desesperadas.
Como diría Calamaro, para vos
De pronto me doy cuenta de lo difícil que es seguir compartiendo el espacio con el otro.
Acabo de leer otra noticia en donde comentan el descubrimiento de un nuevo planeta que podría ser habitable. Je. Miro a mi Lamento y pienso en todas las veces en que me disparaba a lugares insospechados. En donde volaba y atravesaba distancias con tal de alejarme de él. Y me doy cuenta que, desde hace mucho, yo ando en planetas habitables y propios...
Sin embargo, vuelvo a pensar en un ámbito más objetivo: que hay un planeta posiblemente habitable.
Esta es, sin duda, la gran oportunidad. Imagino que todas las personas pudientes harán nuevos planes. Los grandes humanistas pudientes reflexionarán en las posibilidades infinitas que ofrece la nueva tierra, completamente virgen y llena de esperanzas. Darán la espalda a la zona baldía en que ahora vivimos y no darán marcha atrás. Los científicos pudientes idearán nuevas formas de adaptación y modelos más eficaces para simplificar la vida. Existirá la verdadera Utopía. No se cometerán los mismos errores que ocurrieron cuando América.
...
Mi Lamento y yo nos miramos pensando que también puede ser un lugar para mandar a todos los que no queremos. Ese nuevo planeta se podría llamar La Chingada. (jeje, risas de ambos).
...
Sigo leyendo: “Científicos de tres diferentes centros de investigación han descubierto un planeta, que por sus características de temperatura y composición, puede ser habitable para los parámetros humanos y se encuentra relativamente cerca de a la tierra.”
Recuerdo todas las propuestas de ciencia ficción que hablan al respecto de un nuevo espacio para recomenzar o para huir. Recuerdo a Ray Bradbury. Y, de repente, tomo conciencia de que la ficción se adelanta a la realidad... o bien que es una ventana por la cuál asoma la realidad todas sus posibilidades.
Observo a mi Lamento, que se rasca la barbilla peluda y olisquea un trozo de carne dispuesto sobre la mesa. Me doy cuenta de que si fuera cierto, si aquél planeta que representa un número de posibilidades inversamente proporcionales al número de desgracias, si todos decidieran realizar su gran segunda oportunidad ahí, yo me quedaría aquí. Yo aprovecharía para visitar todos los continentes caminando. Yo subiría y bajaría Machu Piccu otra vez. Bailaría tangos en San Telmo. Recorrería las curvas del Iztaccihuatl, Buscaría a Ernenek en el Polo Norte. Lloraría en la Alhambra. Segaría el curso del Nilo. Caminaría toda la Muralla China. Conocería a los lémures y a los ornitorrincos.
...
Tan sólo son ideas y le doy un sorbo a mi refresco. Me doy cuenta, que después de haberlo recorrido todo, la soledad me habría hecho fría. Porque como me dijo alguna vez Rafa (con su infinita sed de conocimiento), el infierno es, en su más primigenia concepción, aquél lugar en donde hay témpanos de hielo y la calidez del amor divino (que siempre es divino) no existe.
***
La carencia de amor me destruiría porque mi corazón es atómico y haría explosiones terribles.
***
Miro a mi Lamento, que está completamente aburrido por mis reflexiones, y decido parar de pensar en Utopía o La Chingada. Son las 11:30 de un miércoles agitado. Camino, tomo el teléfono y espero a que contesten, porque me he dado cuenta que a pesar de todo, de las ausencias, las distancias y las heridas, los deseos de huir y comenzar de nuevo, en la Tierra Baldía aún hay átomos de amor que irradian hacia mi campo de atracción incesante.
Como diría Calamaro, para vos
De pronto me doy cuenta de lo difícil que es seguir compartiendo el espacio con el otro.
Acabo de leer otra noticia en donde comentan el descubrimiento de un nuevo planeta que podría ser habitable. Je. Miro a mi Lamento y pienso en todas las veces en que me disparaba a lugares insospechados. En donde volaba y atravesaba distancias con tal de alejarme de él. Y me doy cuenta que, desde hace mucho, yo ando en planetas habitables y propios...
Sin embargo, vuelvo a pensar en un ámbito más objetivo: que hay un planeta posiblemente habitable.
Esta es, sin duda, la gran oportunidad. Imagino que todas las personas pudientes harán nuevos planes. Los grandes humanistas pudientes reflexionarán en las posibilidades infinitas que ofrece la nueva tierra, completamente virgen y llena de esperanzas. Darán la espalda a la zona baldía en que ahora vivimos y no darán marcha atrás. Los científicos pudientes idearán nuevas formas de adaptación y modelos más eficaces para simplificar la vida. Existirá la verdadera Utopía. No se cometerán los mismos errores que ocurrieron cuando América.
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Mi Lamento y yo nos miramos pensando que también puede ser un lugar para mandar a todos los que no queremos. Ese nuevo planeta se podría llamar La Chingada. (jeje, risas de ambos).
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Sigo leyendo: “Científicos de tres diferentes centros de investigación han descubierto un planeta, que por sus características de temperatura y composición, puede ser habitable para los parámetros humanos y se encuentra relativamente cerca de a la tierra.”
Recuerdo todas las propuestas de ciencia ficción que hablan al respecto de un nuevo espacio para recomenzar o para huir. Recuerdo a Ray Bradbury. Y, de repente, tomo conciencia de que la ficción se adelanta a la realidad... o bien que es una ventana por la cuál asoma la realidad todas sus posibilidades.
Observo a mi Lamento, que se rasca la barbilla peluda y olisquea un trozo de carne dispuesto sobre la mesa. Me doy cuenta de que si fuera cierto, si aquél planeta que representa un número de posibilidades inversamente proporcionales al número de desgracias, si todos decidieran realizar su gran segunda oportunidad ahí, yo me quedaría aquí. Yo aprovecharía para visitar todos los continentes caminando. Yo subiría y bajaría Machu Piccu otra vez. Bailaría tangos en San Telmo. Recorrería las curvas del Iztaccihuatl, Buscaría a Ernenek en el Polo Norte. Lloraría en la Alhambra. Segaría el curso del Nilo. Caminaría toda la Muralla China. Conocería a los lémures y a los ornitorrincos.
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Tan sólo son ideas y le doy un sorbo a mi refresco. Me doy cuenta, que después de haberlo recorrido todo, la soledad me habría hecho fría. Porque como me dijo alguna vez Rafa (con su infinita sed de conocimiento), el infierno es, en su más primigenia concepción, aquél lugar en donde hay témpanos de hielo y la calidez del amor divino (que siempre es divino) no existe.
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La carencia de amor me destruiría porque mi corazón es atómico y haría explosiones terribles.
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Miro a mi Lamento, que está completamente aburrido por mis reflexiones, y decido parar de pensar en Utopía o La Chingada. Son las 11:30 de un miércoles agitado. Camino, tomo el teléfono y espero a que contesten, porque me he dado cuenta que a pesar de todo, de las ausencias, las distancias y las heridas, los deseos de huir y comenzar de nuevo, en la Tierra Baldía aún hay átomos de amor que irradian hacia mi campo de atracción incesante.
2 comentarios:
Voy a decirlo en voz baja, para no perturbar a nadie:
Oscar Wilde dijo que son los atardeceres púrpuras los que imitan a la pintura romántica... y nunca al contrario.
Acabo yo de escuchar una noticia extraña: existe una supercomputadora que hace simulaciones de la tierra. Por el momento sólo son simulaciones climáticas, con proyecciones a cien años en el futuro, pero me pregunto si algún día...
Gemela maldita, espero que los mezcales con rebanadas de naranja estén a menos de una semana de distancia. Yo también te queiero.
P. S.: "carazón atómico", como casi el cien porciento de sus rolas es una chingonería, y debería de contar con un sistema sideral paralelo y propio (¡ja!).
Ay!, Karla, se me hace que te vamos a volver fan por más que no quieras... jijiji.
Besos
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